Corazas Errantes: el pabellón donde la experiencia territorial se vuelve innovación y dio vitrina a la región de Los Lagos en FILSA

Entrevistas

4 de diciembre de 2025

PorCatalina Billeke Brancoli
Corazas Errantes: el pabellón donde la experiencia territorial se vuelve innovación y dio vitrina a la región de Los Lagos en FILSA

Desde su historia chilota, dos estudiantes de arquitectura de la Universidad San Sebastián, sede Patagonia, transformaron tradición en innovación para dar forma a la estructura que resguardó a la región de Los Lagos en FILSA; un gesto que trasciende lo material y pone en valor lo que significa trasladar algo tan propio a un espacio nacional desde la mirada del sur.


Por primera vez en sus 44 versiones, la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) abrió espacio para que una región del país asumiera el rol de invitado especial. En esta edición histórica, la región de Los Lagos y su comunidad de escritores, escritoras y  gestores literarios ocuparon el centro de la escena, llevando a la capital la diversidad creativa del territorio.

Ese pulso cultural del sur encontró resguardo en la Estación Mapocho bajo una gran coraza de madera: una instalación arquitectónica concebida y construida por los estudiantes chilotes Joaquín Gutiérrez y Belén Kimbderg, de la Universidad San Sebastián, sede Patagonia. Su diseño acogió stands, voces y experiencias de distintos rincones de la región, creando un refugio simbólico —y con identidad— para la presencia literaria de Los Lagos en FILSA.

Desde Barco de Papel conversamos con Joaquín Gutiérrez y Belén Kimbderg, junto a Ignacio Saavedra, director de la carrera de Arquitectura de la sede Puerto Montt, y Cristóbal Noguera, docente y profesor guía del proyecto. Con ellos exploramos el proceso creativo detrás de la coraza, el vínculo entre territorio y diseño, y lo que significó representar a la región de Los Lagos en una plataforma cultural como FILSA.

Corazas Errantes —como fue bautizada esta estructura itinerante— se levanta como un homenaje contemporáneo a la carpintería chilota. Su sistema constructivo, basado en uniones milimétricas logradas mediante corte digital, replica la lógica con la que históricamente se levantaron embarcaciones y viviendas en Chiloé: precisión, adaptabilidad y un profundo entendimiento del material. Es una obra que demuestra que los usos pueden transformarse, pero la técnica permanece —se reinventa, se actualiza, se vuelve un puente entre tradición y diseño contemporáneo. Compuesta por 650 piezas de madera organizadas en 80 m² y un diámetro total de 10 metros, la instalación prescinde de clavos y adhesivos, siguiendo el principio chilote de la ensambladura pura, donde la unión sostiene y da carácter a la obra. Su estabilidad, posibilidad de reutilización y bajo impacto ambiental ya habían sido reconocidos con una Mención Honrosa en el Concurso Nacional CORMA de Innovación en Madera 2025.

Joaquín, ¿cómo nace este proyecto?

El proyecto nace a partir de la observación de un referente internacional: el Botanical Pavilion, en Australia, un pabellón cuya geometría —similar a un “donut”— nos llamó profundamente la atención. Su estructura nos permitió comprender cómo se logra esa forma y nos dio el punto de partida para explorar una solución propia, adaptada a nuestro contexto y a las posibilidades constructivas de la madera local.

El nombre Corazas Errantes surge de esa misma exploración formal y conceptual: “coraza” por la sensación de resguardo y protección que produce la estructura al envolver al visitante, y “errante” por su carácter itinerante, porque no tiene un solo destino, sino que puede viajar y habitar distintos lugares. 

Cristóbal añade:

Llevamos varios años participando en el Concurso Nacional CORMA de Innovación en Madera; para nosotros se ha convertido en un espacio importante de experimentación y aprendizaje. Por eso, cuando aparecieron las bases del concurso de este año —que pedían desarrollar arquitectura efímera— vimos que dialogaban muy bien con la línea de trabajo que venimos impulsando en la escuela: propuestas de infraestructura para parques nacionales del sur de Chile, donde la madera y el territorio son centrales.

En ese contexto, los estudiantes desarrollaron proyectos pensados directamente para postular al concurso, explorando las posibilidades constructivas del material y su potencial para innovar desde el territorio. Las bases fomentaban explícitamente esa búsqueda y orientaron la manera en que abordamos el desafío durante el semestre. Corazas Errantes fue uno de los resultados de ese proceso y obtuvo una Mención Honrosa en el concurso.

Ignacio, ¿pero cómo una estructura diseñada por estudiantes para reservas naturales termina llegando a FILSA?

Después del capítulo del concurso CORMA, en una de las reuniones periódicas que tenemos con la Municipalidad de Puerto Montt les mostramos el proyecto, porque originalmente sería construido para alojar una exposición que celebraría los 20 años de la Escuela de Arquitectura, una muestra que estamos llevando a cabo en las cuatro sedes de la Universidad en Chile.

Al día siguiente, en el comité regional que estaba definiendo la participación de la región de Los Lagos en FILSA, el proyecto se presentó como una posible estructura para convertirse en el pabellón de la región. Y, literalmente, al día siguiente ya tenía al equipo organizador en mi oficina para ver cómo nos hacíamos cargo de llevar esta instalación a Santiago y montarla en la Estación Mapocho.

Joaquín y Belén, ¿cómo fue esa búsqueda de reflejar la identidad en la estructura?

Joaquín:

Si bien yo soy de Quellón, al final del archipiélago de Chiloé, la identidad presente en el proyecto no fue algo deliberado desde el inicio; más bien apareció de forma inconsciente. El sistema de ensamble surgió primero como respuesta al carácter itinerante de la estructura. Pero, claro, Chiloé construye desde el ensamble: la carpintería de ribera, por ejemplo, permite armar y desarmar embarcaciones con rapidez y precisión. Esa lógica terminó filtrándose naturalmente en el proyecto. Luego sumamos la numeración en números romanos para ordenar las piezas, una estrategia que nos ayudaba a comprender dónde iba cada elemento.

Belén añade:

Con Joaquín compartimos que nuestras familias están profundamente vinculadas a Chiloé. Esa experiencia está tan internalizada que, al momento de crear y proyectar, aparece sin que lo forcemos; es parte de lo que somos. La idea de enumerar las piezas con números romanos proviene de las iglesias chilotas, donde tanto las vigas como las fundaciones están marcadas de esa manera para organizar la construcción. Finalmente, quisimos llevar esas mismas estrategias a un contexto actual, reinterpretándolas desde la innovación y el diseño contemporáneo.

Cristóbal, ¿cómo se integra el territorio en la formación arquitectónica y, particularmente, en el taller de madera?

En el taller de madera —que desarrollamos en tercer año— siempre hemos visto que hablar de este material resulta muy natural para los estudiantes, porque forma parte de su experiencia territorial. En muchas escuelas de arquitectura se trabaja principalmente con referentes internacionales, pero acá quisimos invertir esa lógica: comenzar desde lo que el territorio ya sabe, desde las técnicas y vocabularios que están presentes en la vida cotidiana del sur.

Esa decisión ha permeado el taller en los últimos años. Al incorporar referentes locales, los estudiantes no solo comprenden mejor el material, sino que también reconocen su dimensión patrimonial. La madera deja de ser un recurso abstracto y se convierte en un lenguaje común, propio, que ancla el aprendizaje en la identidad del lugar.

Y ese cruce —entre técnica, territorio e identidad— ha sido una de las claves de nuestra perspectiva académica con pertinencia territorial.

Joaquín y Belén, ¿cuáles son los aprendizajes que se llevan de este proceso? ¿Se sienten orgullosos de haber construido el pabellón que albergó el ecosistema literario de la Región de Los Lagos en la feria del libro más importante del país?

Joaquín:

Al principio nos costó dimensionar el orgullo, porque todo ha sido un poco abrumador. Mientras construíamos la estructura no éramos realmente conscientes del impacto que podía tener. Con el tiempo, ha sido muy bonito ver lo que significó representar a la región de Los Lagos y a Chiloé en Santiago.En esta obra no estamos solo nosotros: en el conocimiento que reúne hay estudiantes, profesores y toda una comunidad detrás, especialmente aquellos oficios y saberes chilotes que han trabajado por generaciones técnicas de ensamblaje y construcción. Es un proyecto que también lleva consigo esa memoria colectiva.

Belén:

Desde lo personal, este proceso me hizo tomar conciencia del territorio que habitamos. A veces, en la región, no somos del todo conscientes de la riqueza cultural y simbólica que tenemos bajo los pies. Fue impactante descubrir que muchas veces tienen que venir otros a decirnos “esto vale”, cuando deberíamos ser capaces de reconocerlo por nosotras mismas. Esta experiencia me regaló una nueva comprensión de la historia de mi territorio y de mi familia. Poder llevar todo eso a Santiago, materializado en  Corazas Errantes, fue profundamente significativo. No solo por la estructura en sí, sino por lo que implica trasladar algo tan propio a un espacio nacional desde la mirada de la región de Los Lagos.

 

Ignacio, desde la Escuela de Arquitectura, ¿ven otro logro asociado a este proceso?


Sí, absolutamente. Otro motivo de orgullo tiene que ver con la dimensión de gestión cultural que se activó en torno al proyecto. Sin proponérnoslo inicialmente, terminamos articulando —gracias a la invitación del Gobierno Regional y de la Seremi de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de la región de Los Lagos— a 30 comunas de la región, 12 editoriales y a una amplia red de actores del mundo cultural. Para los y las estudiantes, y también para el equipo docente, fue un aprendizaje enorme sobre cómo un proyecto arquitectónico puede convertirse en plataforma de encuentro y colaboración.

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El pabellón será instalado como una performance pública el martes 9 de diciembre en la costanera de Puerto Montt, frente al Museo Histórico de la ciudad. Allí albergará la exposición conmemorativa de los 20 años de la Escuela de Arquitectura de la Universidad San Sebastián, abierta al público hasta el viernes 12 de diciembre.


Fotografías gentileza de Universidad San Sebastián, Sede Patagonia.