Daniel Castro, de Frutillar al Tiny Desk en Washington: “El humor, la ironía y la ternura se equilibran de forma natural. Así funciona 31 Minutos”

Entrevistas

7 de octubre de 2025

Por Catalina Billeke Brancoli
Daniel Castro, de Frutillar al Tiny Desk en Washington: “El humor, la ironía y la ternura se equilibran de forma natural. Así funciona 31 Minutos”

Desde el sur de Chile, el guionista y titiritero detrás de 31 Minutos revive su regreso a los escenarios y la experiencia de llevar el humor y la ternura del programa hasta una de las vitrinas musicales más vistas del mundo.

El show de 31 Minutos que se realizó en Puerto Montt a inicios de agosto fue una instancia —o más bien, un reencuentro titiritero— para que Daniel Castro volviera a las pistas de este espectáculo que lleva más de dos décadas haciendo reír y pensar a públicos de Chile y de distintos rincones del continente.

Radicado desde hace más de seis años en Frutillar, junto a su familia, Daniel fue y sigue siendo una de las voces fundamentales del programa: guionista, titiritero y creador de personajes entrañables como Policarpo Avendaño, Calcetín con Rombos Man y Mico, el Micrófono, entre muchos otros.

Lo que Daniel no imaginaba era que, apenas un par de meses después de ese reencuentro en el sur, 31 Minutos llegaría al escenario del Tiny Desk de NPR, estrenado a comienzos de octubre. Un salto sorpresivo que extendió su regreso local hasta la participación en la icónica serie de conciertos en vivo pensada para el formato digital. 

De esto y mucho más conversamos con Daniel Castro para Barco de Papel, en una entrevista donde repasamos su regreso a los escenarios, su oficio titiritero y el salto de 31 Minutos desde el sur de Chile hacia una de las vitrinas musicales más vistas del mundo, además de la vigencia del show, el cariño del público y el humor como forma de abordar temas políticos y sociales.


¿Cómo fue recibir la invitación de NPR para hacer un Tiny Desk?

 
Para mí fue totalmente sorpresivo. Yo estaba volviendo a los escenarios de manera puntual, invitado a la función que se hizo en Puerto Montt. Me contactaron, practicamos en los ensayos, conversamos, y tuve la oportunidad de subirme al escenario y cantar “Tangananica, Tangananá”. Dadas las circunstancias, estaba en condiciones de sumarme nuevamente al equipo.

Al poco tiempo, parte de la producción me escribió para saber cómo estaba mi agenda a fines de septiembre y si tenía el pasaporte al día. En ese momento no tenía idea de qué se trataba. Hasta que supe: ¡era para el Tiny Desk! Fue impresionante, completamente inesperado.

Desde mi experiencia personal, fue un salto de cero a cien. En Aplaplac sabían que esto venía, en el contexto del lanzamiento de la película y todo lo que estaban preparando, pero para mí fue una sorpresa absoluta. No podía creerlo.

¿Qué se sintió llevar el universo de 31 Minutos a un formato tan íntimo y reconocido a nivel internacional?

Fue muy rico, y también un desafío. Si bien hemos estado muchas veces en escenarios o en el set, solemos trabajar en espacios bastante reducidos, y siempre nos toca adaptarnos a las condiciones para que los títeres funcionen bien. En este caso no fue diferente: tuvimos que ajustar todo para que cada movimiento, cada gesto, se sintiera natural en un formato tan íntimo.

Además, participar en esta plataforma tan reconocida fue una oportunidad increíble para los fans y para nosotros. Permite que más personas conozcan lo que hacemos, que 31 Minutos llegue a nuevos públicos, y que podamos mostrar nuestra identidad tal cual es: hablando en español y fiel a nuestro humor. 

En el Tiny Desk, Tulio abre con una broma sobre el tiempo que expiran sus visas de trabajo.¿Cómo dialogan el humor, la ironía y la ternura en 31 Minutos? ¿Crees que esa mezcla ha sido una forma de hablar de temas serios, políticos o sociales, sin perder ligereza ni humor?

Desde el inicio, 31 Minutos partió con la idea de no subestimar a los niños y niñas, sino tratarlos como personas pensantes e inteligentes. Nunca les hablamos desde arriba ni en un tono disminuido. Les hablamos con humor, pero también con una mirada crítica y directa.

Con el tiempo, ese enfoque se amplió: hoy hablamos para un público mucho más transversal. Cuando escribimos, lo primero que pensamos es si algo nos da risa a nosotros. Si nos resulta divertido, funciona. Desde ahí el humor, la ironía y la ternura se van equilibrando naturalmente.

Queremos mucho a los personajes; los respetamos y los entendemos según su personalidad. Esa cercanía es la que les da ternura. Son amigos, un grupo afiatado, y eso se nota. Tal como en la vida, uno mezcla cosas serias con chistes o con tonteras, y esa mezcla nos parece honesta.

Siempre tratamos de hablar de cosas que nos importan, pero sin salirnos del universo del programa. Cuidamos a los personajes, su coherencia y su verosimilitud. Ellos son quienes hablan, más que nosotros como equipo, y eso define la línea editorial de 31 Minutos.

Después de más de veinte años y de haber pasado por tantos formatos (serie, película, shows en vivo, museo, y ahora un Tiny Desk), ¿qué crees que explica que 31 Minutos siga provocando esa mezcla de nostalgia y entusiasmo en distintas generaciones?

Creo que tiene que ver con la autenticidad y la coherencia, con el espíritu que hay detrás del programa y con el equipo que lo hace posible. Somos un grupo que prioriza mucho el trabajo colectivo y que se relaciona desde el respeto, sin dejar de pasarlo bien. Hay confianza, cariño y una forma de trabajar que se refleja en el resultado: un programa con ese mismo espíritu.

También influye mantener nuestra idiosincrasia, no tratar de neutralizarnos ni de buscar una internacionalización forzada. 31 Minutos tiene carácter porque es genuino con lo que es. Puede presentarse en un museo, en un teatro o en televisión, y siempre se mueve en el mismo terreno, dialogando desde el mismo lugar. Eso le da coherencia y consistencia.

Y, por sobre todo, 31 Minutos son sus personajes. Son muy queridos por todo el equipo y los trabajamos con respeto (que no es lo mismo que ser serios o graves), sino con la conciencia de que ahí está gran parte del valor del programa.

Si pudieras escribir una canción de 31 Minutos inspirada en el sur, ¿de qué trataría?

Trataría de la calma de la gente de acá. Esa especie de tranquilidad a prueba de todo: da lo mismo si llueve o si hay taco, nadie se altera demasiado. También de ese gesto tan del sur de saludarse al cruzarse por la calle.

Me quedaría con esa parte: alguien que llega, al principio se desespera un poco con el ritmo, con la calma… hasta que la acepta y empieza a convivir con ella. Esa serenidad que tiene este lugar.